martes, 22 de julio de 2025

El Cigarral de las Pontezuelas identificado en algunas de las mejores fotografías de Pedro Román Martínez

En bastantes ocasiones he comentado que, en mi opinión, el fotógrafo que mejor capturó el alma y la esencia del Toledo de comienzos del siglo XX fue Pedro Román Martínez. Su sensibilidad a la hora de encontrar la belleza en las escenas cotidianas de la parte más desfavorecida de la población toledana de aquellos años es realmente maravillosa, a caballo entre el pictorialismo y la fotografía humanista.
Humildes habitantes de una ciudad sumida por entonces en la decadencia que posaban con naturalidad, sin perder un ápice de dignidad pese a lucir sus pies descalzos, sus ropas ajadas y su piel abrasada por el sol y el frío. Fueron fotografías en las que quedaron inmortalizados azacanes, lavanderas, pescadores y —sobre todo y especialmente— niños, muchos niños. Los más pequeños fueron sus modelos predilectos y protagonizan una buena parte de su impagable retrato de nuestra ciudad en aquel periodo de la historia. Entre sus extenso archivo había un grupo de imágenes realmente bellas tomadas en un cigarral toledano hacia 1910 cuya ubicación exacta, hasta la fecha, permanecía sin identificar.
Quiso el destino que, en mis frecuentes intercambios de correos electrónicos con el genial investigador José Luis del Castillo, este me remitiera —como complemento a una conversación sobre nuestras respectivas sagas familiares— unas fotografías que cuidadosamente conserva, acompañadas de una prolija cantidad de datos recordados y recabados por José Luis. Al recibirlas, enseguida llamó mi atención una de ellas... ¡esa foto ya la había visto! Unos niños y su perro aparecen en una vista tomada al exterior de una construcción encalada, dos de ellos sentados y una, la más mayor, de pie con sus pies descalzos a la vista. A continuación os pongo la copia conservada por José Luis y, tras ella, la copia que yo conocía que se custodia en el Archivo Histórico Provincial de Toledo.
Cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Se trata de los hijos de la cigarralera madre, llamada Juana, según está escrito en el reverso de la foto. Donación de José Luis del Castillo Jiménez. Niños en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-150-4-06 Se trataba, sin duda, de una copia de una de las fotografías que yo tanto admiraba de Pedro Román Martínez tomadas hacia 1910, pero poseía un valor especial porque concretaba tanto el lugar como la identidad de los retratados. Ese lugar era ni más ni menos que el precioso Cigarral de las Pontezuelas y los niños no eran otros que los hijos de Juana, la cigarralera por aquel entonces, pues así figuraba escrito al dorso.
Además, estamos hablando del que probablemente es el entorno cigarralero más auténtico, y el que fue objeto de una descripción detallada por parte de uno de los más grandes escritores españoles: Benito Pérez Galdós. El canario retrató magistralmente estos parajes en su inmortal obra Ángel Guerra en 1891, donde diseccionaba con su mágica prosa la escarpada orografía de esta zona, los cultivos allí presentes y las vistas de la ciudad que se contemplan desde el lugar, sin olvidarse de la ruda y humilde vida de los cigarraleros encargados de cuidar estas fincas.
La localización inequívoca del lugar donde fue tomada la fotografía que me pasó José Luis era, por tanto, muy importante, no solo por las resonancias literarias del lugar, sino porque me abrió la puerta a la identificación de muchas más imágenes del mismo autor en las que aparecían los mismos niños en diferentes partes de la finca. Para ello, le fui pasando todas las imágenes a José Luis, el cual confirmó —una a una— que se trataba del mismo cigarral de las Pontezuelas.
Niña en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-150-3-15 Familia en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-137-3-04 Niños en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-137-3-06 Niños en el cigarral de las Pontezuelas, por Pedro Román. AHP JCCM Signatura R-150-3-16 Niños en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-150-3-01 Niña en el cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-144-1-01-pequena Niña alimenta gallinas en el cigarral de Pontezuelas a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo Niñas en el Cigarral de las Pontezuelas de Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo Niños en el cigarral de las Pontezuelas de Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo Pedro Román tenía relación de amistad con los propietarios del cigarral —así nos lo confirma José Luis como nieto de los mismos— por lo que debió acudir al lugar y sus inmediaciones en numerosas ocasiones. En estos años he logrado identificar estas otras fotos de Román tomadas justo al lado, en el pequeño puente sobre el arroyo de Pozuela o de la Cabeza. Se trata de un paraje precioso que actualmente, pese a estar algo modificado, conserva buena parte de su encanto.
Puente sobre el arroyo de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-149-1-05 Puente sobre el arroyo de Pozuela o de la Cabeza junto al cigarral de las Pontezuelas Niño junto al puente sobre el arroyo de las pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-149-1-04 Zona del cigarral de las Pontezuelas junto a Pozuela. Fotografía de Pedro Román Martínez. Doiputación de Toledo, Centro de Estudios Juan de Mariana. Zona del cigarral de las Pontezuelas junto a Pozuela. Fotografía de Pedro Román Martínez. Doiputación de Toledo, Centro de Estudios Juan de Mariana. Ciudad_Cigarral Pontezuelas_Exterior con personas - Román Niños en el Cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-149-4-12 Un cigarral hacia 1910. Fotografía de Pedro Román Martínez (c) JCCM, AHP, Fondo Rodríguez. Signatura R-148-1-03 La familia de José Luis del Castillo conserva dos fotografías más del cigarral tomadas a comienzos del siglo XX, y en ellas se puede ver a sus abuelos junto con su chófer.
Cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Aparecen sus abuelos Julio, el farmacéutico, y Carmen llegando en coche al cigarral. Donación de José Luis del Castillo Jiménez. Cigarral de las Pontezuelas hacia 1910. Aparecen sus abuelos Julio, el farmacéutico, y Carmen almorzando en una explanada aledaña a la casa del cigarral. Donación de José Luis del Castillo Jiménez. El cigarral de las Pontezuelas y su entorno ya había sido fotografiado por diferentes autores desde el siglo XIX. Comparando muchas fotografías, hace unos años llegué a la conclusión de que el genial pintor y fotógrafo Matías Moreno había sido uno de los primeros en inmortalizar este paraje hacia 1890:
Probablemente zona de las Pontezuelas. Fotografía de Matías Moreno a finales del XIX. Colección de Rosalina Aguado. Fotografía de Matías Moreno a finales del XIX. Colección de Rosalina Aguado. Un cigarral, tal vez en la zona de las Pontezuelas. Fotografía de Matías Moreno a finales del XIX. Colección de Rosalina Aguado. En cuanto a la historia del cigarral de las Pontezuelas y sus aledaños, de manera resumida es la siguiente:
En el Catastro de la Ensenada de 1755 aparece citado como Cigarral de la Pontezuela o de Valdecomba (¿tal vez el mismo topónimo que en otros casos aparece como Valdecolomba?), siendo propiedad de la Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de Santa Eulalia, contando con 5 fanegas de extensión y 380 árboles de albaricoque y almendros, 30 olivas y 4 álamos negros. Poseía una cerca hecha de piedra y tierra y una casa con dos plantas de 19x20 varas para el guarda.
El 20 de noviembre de 1885, Gregorio Jimeno Quijada, agente de negocios y concejal, nacido en Toledo el 12 de marzo de 1850 y casado con Bernarda Meneses Arellano, sobrina del propietario Lino Pérez Bargueño y de Vicenta Arellano Maestre y hermanastra del pintor Pablo Manzano Arellano, compra el cigarral de Pontezuelas propiedad de Ramona de Roa Onrubia por herencia de su padre y anterior propietario, Pedro de Roa Pinto, y de su marido Braulio García Sánchez.
El 1 de julio de 1886, Gregorio Jimeno, teniente alcalde liberal, vende el cigarral de las Pontezuelas al coronel Antonio Lozano Ascarza, antiguo profesor, subdirector y jefe de estudios de la Academia de Infantería en su primera época y dueño de un colegio de preparación al ingreso en academias militares abierto en la calle de la Trinidad y desde 1883, en la de Santa Úrsula.
El 4 de mayo de 1889, Gregorio Jimeno vuelve a comprar el cigarral de las Pontezuelas, llamado de don Jesús o Villalobos, a Aurora y Carolina Lozano Romero, herederas del coronel Antonio Lozano Ascarza, y construye el pozo del mismo.
Gregorio Jimeno Quijada. Retrato en 1908. Cortesía de José Luis del Castillo. En 1906, Gregorio Jimeno adquiere en su totalidad un igualmente denominado "cigarral Pontezuelas", también titulado "de don Jesús" o "de Villalobos", por venta de sus anteriores propietarios, Amalia y Mariano Moreno Rubio, fallecido en 1903. Debía tratarse de la finca colindante, la misma que adquirió después la familia de Santiago Camarasa haciendo de ella un lugar de gran actividad social (este "segundo cigarral" de la zona de las Pontezuelas merece una entrada propia del blog no solo por las fotos que se conservan de él sino por su intensa historia de cambios de dueños y denominaciones, tales como "cigarral de Camarasa" cuando perteneció a esa familia, "cigarral de Ángel Guerra" cuando pasó a ser de Salvador de Madariaga en 1931, o "cigarral del Sagrario" cuando pasó a pertenecer a Mariano Moreno Toledo tras comprárselo al presidente de Iberia Jesús Rubio Paz).
El 19 de diciembre de 1909, Gregorio Jimeno fallece en Toledo a los 59 años de edad. El cigarral de su propiedad pasa en herencia a su única hija, Carmen Jimeno Meneses, nacida en Toledo el 8 de mayo de 1882 y casada con Julio Jiménez Jiménez, nacido en Orihuela del Tremedal (Teruel) el 19 de diciembre de 1877, dueño de la farmacia de la calle Cardenal Lorenzana. Ambos eran los abuelos de José Luis del Castillo Jiménez. Es en esta época cuando se toman las fotografías de Pedro Román que hoy protagonizan esta entrada del blog.
Gregorio Jimeno con con su hija Carmen hacia 1885. Cortesía de José Luis del Castillo. Ya en 1936, la guerra civil va a tener repercusiones importantes en el cigarral de las Pontezuelas: mientras la farmacia Jiménez queda, por extrañas y afortunadas circunstancias, bajo protección gubernamental entre julio y septiembre de 1936 una vez que los guardias de asalto colocan en la puerta un sello con el letrero “casa registrada por UHP”, lo que deja la familia a resguardo de los acontecimientos, la casa del cigarral es ocupada por los cigarraleros y los combatientes republicanos. La situación es aprovechada para protegerse de la explosión de la mina colocada bajo el alcázar el 18 de septiembre, cuando la familia fue evacuada al cigarral, debiendo acomodarse en el salón de la casa ocupada. La entrada de las tropas franquistas en la ciudad sitúa el cigarral casi en la línea del frente, establecida hasta el final de la guerra apenas más lejos, entre el cigarral de Azuela y la ermita del Valle. Los cigarraleros desaparecen y Julio Jiménez prohíbe a sus hijos el acceso al cigarral, que permanece como zona de nadie.
Miembros italianos del Corpo Truppe Volontarie en el Valle junto al Cigarral de Amira en  Toledo en la batalla por la cabeza de puente en la guerra civil española. La pieza es un mortero de 260/9 Mod. 1916. La situación previa se restablece con el final de la guerra, lo que permite contratar a una nueva familia de cigarraleros, si bien la estabilización de los acontecimientos poco podrá ser aprovechada, pues Julio Jiménez fallece apenas un año después.
Ya a mediados del siglo XX, en los años 60, el cigarral se subdivide en tres, denominados Pontezuelas, Pozo de las Pontezuelas y Santoyo.
Zona del cigarral de las Pontezuelas hacia 1965. Foto aérea. Con mi mayor agradecimiento a José Luis del Castillo y su familia por toda la información facilitada, solo me queda desear que os hayan gustado estas fotografías, por fin certeramente ubicadas en el mapa toledano —tanto topográfico como sociológico— de comienzos de siglo XX, que constituyen un valioso retrato de nuestra ciudad por aquel entonces.
Año 1951 o 1952. José Luis del Castillo con 2 años de edad junto a su padre y su hermana mayor en el cigarral de las Pontezuelas junto a unas gallinas.

viernes, 13 de junio de 2025

El mítico Lamberto Vitali fotografía Toledo en 1958

Son muchos los que en Italia consideran a Lamberto Vitali como una pieza clave en el panorama cultural del país en el siglo XX y una de las figuras más destacadas en el estudio de la historia de la fotografía italiana. No en vano, Vitali fue un polifacético y activo coleccionista, historiador del arte, apasionado por el grabado y fotógrafo.
Nació en Milán el 22 de noviembre de 1896, siendo el único varón de los cuatro hijos del matromonio formado por Gustavo —empresario en el sector del cuero, café y productos coloniales— y Vittoria Soria, ambos judíos procedentes de Livorno que se trasladaron a Milán en la década de 1890.
Cultivó la pasión por los grabados desde muy joven, cuando comenzó a frecuentar la librería de antigüedades Cesati de Milán. Se graduó en 1912 en el Instituto Técnico Carlo Cattaneo. Fue reclutado durante la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió en artillería y permaneció como oficial hasta 1919. Durante esta etapa militar realizó sus primeras fotografías, comenzando una afición que lo acompañaría ya toda la vida. Al regresar, se dedicó a la empresa comercial familiar, dándole un nuevo impulso. Su curiosidad intelectual, rasgo distintivo de su personalidad, lo llevó a estudiar Historia del Arte de forma autodidacta, motivado por Paolo D’Ancona, con quien mantuvo siempre una estrecha relación. Mientras se integraba en el ambiente cultural milanés, Vitali no descuidó los antiguos lazos con la familia del pintor Amedeo Modigliani en Livorno. En esos años realizó su primera adquisición artística, una pintura de Vittorio Matteo Corcos, dando inicio a una colección heterogénea en épocas y tipos, que abarcaba desde materiales arqueológicos, esculturas y mosaicos medievales, a pinturas del Renacimiento italiano y obras de los Macchiaioli, hasta llegar a piezas maestras de Giorgio Morandi y Modigliani.
Lamberto Vitali en su juventud Desde los años 20 hasta 1938 colaboró con revistas de arte y periódicos (entre ellos L’Italia letteraria, Emporium, L’Ambrosiano, Poligono), consolidándose como crítico activo y como estudioso de la historia de la fotografía. Interesado desde temprano en el enriquecimiento de las colecciones públicas, en 1924 escribió su primer artículo, titulado I musei di Milano, para la revista literaria Il Caffè, y en 1925 publicó Amici dei musei en Le arti plastiche. Entre 1927 y 1929 participó en Grafica Moderna, una editorial fundada con Giovanni Scheiwiller (que luego dirigió él solo bajo el nombre de Grafica Nova), con el objetivo de difundir los grabados de artistas de aquella época como Giorgio De Chirico, Carlo Carrà, Felice Casorati, Mario Sironi y Ardengo Soffici. En ese contexto nació su gran amistad con Giorgio Morandi, a quien conoció en la XVI Bienal de Venecia en 1928, donde compró su primer cuadro del artista: Fiori (1918).
Ese mismo año se casó con America Campagnani, con quien tuvo tres hijos. Desde entonces hasta 1937, escribió una serie de artículos para la prestigiosa revista Domus. Interesado en la tendencia novecentista, combinó su labor como articulista con la organización de exposiciones como la “Segunda muestra del Novecento italiano” en la Permanente de Milán (1929) y “Grabado italiano moderno” en Ámsterdam (1931). Sus amplios conocimientos sobre el grabado contemporáneo, un campo aún poco explorado, se recogieron en su libro L’incisione italiana moderna (Milán, 1934). En esa época, eran numerosas y frecuentes las visitas de amistades en casa de Vitali con artistas relevantes del momento como Carrà, Casorati, De Pisis, Guttuso, Mafai o Treccani, así como críticos como Giuseppe Marchiori y coleccionistas como Emilio y Maria Jesi.
En los años treinta conoció al bibliógrafo y publicista Marino Parenti, con quien compartió una duradera amistad basada en la pasión por el coleccionismo fotográfico, a la que Vitali se había dedicado desde finales de los años veinte. Con una serie de escritos en Emporium —revista que dirigió entre 1935 y 1938—, inició el discurso crítico sobre la historia de la fotografía en Italia. Sus aportes pioneros, como el ensayo Ritorno all’antica fotografia (1936), ofrecieron un original análisis estético e histórico-documental del medio fotográfico en el contexto de la cultura visual del siglo XIX. En esos mismos años nació su amistad con el periodista Silvio Negro, experto en fotografía histórica romana. En 1937 publicó la primera monografía italiana sobre el escultor Marino Marini.
La entrada en vigor de las leyes raciales de Mussolini en 1938 marcó profundamente su vida: por su condición de judío se vio obligado a abandonar toda actividad pública y comercial. Puso la empresa familiar a nombre de su esposa, que no era de origen judío, y también a nombre de ella pudo adquirir L’Enfant gras (1915) de Modigliani. En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, su colección se enriqueció con una emblemática obra metafísica de Morandi: Naturaleza muerta (1920). Durante la guerra se trasladó con su familia a Pescia, donde protegió su colección y biblioteca, pero tras el 8 de septiembre de 1943 tuvo que huir y buscar refugió en Suiza con la ayuda de Fernanda Wittgens y los hermanos Ferdinando y Gianni Mattioli. Allí enseñó pintura francesa en la Universidad Libre de Mürren y entabló amistades con Giorgio Strehler, Dante Isella, Paolo Grassi, Luigi Caccia Dominioni, entre otros.
Ruinas de Milán en 1943 tras un bombardeo. Foto de Lamberto Vitali De regreso en Italia en julio de 1945, Vitali retomó su actividad empresarial y participó activamente en la vida cultural de la Milán de la posguerra. Su amistad con Morandi se profundizó, y a partir de 1947, estrechó lazos con funcionarios de los principales museos milaneses, como Costantino Baroni y Gian Alberto Dell’Acqua. Tras publicar un segundo libro sobre Marini, organizó la sección de grabado para la muestra “Tesoros de arte de Lombardía” (Zúrich, 1948) y colaboró en la exposición “Arte italiano contemporáneo” (Bruselas, 1949). A principios de los años cincuenta conoció a Franco Russoli, director de la Pinacoteca de Brera entre 1957 y 1977, con quien compartió una intensa relación intelectual y la visión museológica de la “gran Brera”. En 1952 comenzó a colaborar con la editorial Einaudi, donde forjó amistad con Giulio Einaudi, Giulio Bollati y especialmente con Roberto Cerati. En 1953 publicó Cartas de los Macchiaioli, una valiosa obra, convertida en referencia sobre el siglo XIX italiano. Al año siguiente salió la traducción de su Diario de Eugène Delacroix en tres volúmenes, que revitalizó el estudio del pintor francés. A propuesta suya, Einaudi publicó varios libros de edición limitada sobre la obra gráfica de artistas del siglo XX: Morandi (1957), Modigliani (1959) y Alberto Giacometti (1963). También cultivó relaciones con artistas contemporáneos como Achille Funi, Giacomo Manzù y Bruno Cassinari. En 1957 comisarió la sección Fotografía italiana antigua en la XI Trienal de Milán, considerada la primera exposición sobre fotografía del siglo XIX en Italia. Logró, de este modo, el reconocimiento al protagonismo de la fotografía en la modernidad nacional. Con su ensayo Fotografía italiana del siglo XIX contribuyó decisivamente a la gran obra Historia de la fotografía (1959) de Peter Pollack, donde analizó la autoría de los denominados "irregulares", fotógrafos no profesionales que exploraron nuevas formas expresivas en oposición al pictorialismo. En La fotografía y los pintores (Florencia, 1960), abordó un tema inédito para la crítica de su época, centrado en las obras fotográficas de Telemaco Signorini, Federico Faruffini y más adelante Francesco Paolo Michetti.
Lamberto Vitali conversa con Giorgio Morandi en .  Raccolte Grafiche e Fotografiche del Castello Sforzesco. Civico Archivio Fotografico, fondo Lamberto Vitali Fotografo, LVF LC 03 Durante los años 50 y 60, sus intereses se orientaron hacia el desarrollo internacional de la fotografía y, en sintonía con la straight photography de Alfred Stieglitz, se enfocó en la fotografía documental, alentado por su contacto con Edward Steichen. Para la XII Trienal de Milán (1960), ideó exposiciones sobre figuras clave de la fotografía contemporánea como Mario De Biasi, Ugo Mulas, Anselm Adams, Brassaï, Robert Doisneau y Lee Friedlander, con varios de los cuales trabó amistad. Fue un infatigable animador cultural, promoviendo en Milán exposiciones de Henri Cartier-Bresson (1956), Werner Bischof (1958) y Robert Capa (1961). Sus contactos internacionales incluyeron a Alfred H. Barr y Beaumont Newhall.
En 1964 participó en el proyecto de restauración de la Pinacoteca Ambrosiana de Milán, encargándose de la disposición de La Escuela de Atenas de Rafael. En 1966, dos años después de la muerte de Morandi, que le afectó profundamente, organizó la primera retrospectiva del pintor en el Archiginnasio de Bolonia. Sus icónicos retratos fotográficos de Morandi, junto con otros realizados por él, se expusieron en 1964 en la librería San Babila de Milán. Fruto de intereses cultivados desde los años treinta, y tras años de investigación, publicó en 1968 Un fotógrafo fin de siècle: El conde Primoli, el primer estudio clave sobre Giuseppe Primoli. En esa década se formó en gran parte su colección fotográfica, una de las más destacadas de Italia, que abarcaba los principales géneros y protagonistas de la fotografía de los siglos XIX y XX: Nadar, los hermanos Alinari, Hippolyte Deroche, Francesco Heyland, Luigi y Giuseppe Primoli, Luigi Sacchi, Ludovico Tuminello, entre otros.
Lamberto Vitali Entre 1968 y 1975 fue presidente de la Asociación Amigos de Brera. Su profundo conocimiento del mercado del arte y de los coleccionistas fue decisivo para la adquisición de varias obras maestras, entre ellas Cristo en trono adorado por ángeles (1360–65) de Giovanni da Milano en 1970. De 1972 a 1975 fue presidente de la Asociación Amigos del Poldi Pezzoli, de la que fue consejero desde 1958. En 1973 regresó a la fotografía de los orígenes con el libro Nadar (Turín), en el que comparó fotografías e impresiones de la época. En 1975 organizó una importante retrospectiva sobre Morandi en la Galería de Arte Moderno de Bolonia, y en 1977 publicó el catálogo general de los cuadros del artista, ampliado en 1983. Ese año también adquirió un dibujo de una cabeza viril atribuido a Leonardo da Vinci, posteriormente donado a Brera. La compra en Londres de álbumes de Eugène Sevaistre fue clave para la publicación de El Resurgimiento en la fotografía (1979), último título de la trilogía de Einaudi sobre imagen fotográfica. Su innovadora metodología, que le permitió reconstruir la vida de autores anónimos y crear una terminología específica para el medio fotográfico, lo consagró como el “primer historiador moderno de la fotografía en Italia”, (Costantini, en Lamberto Vitali e la fotografia, 2004, p. 39).
Portada del libro "Il Risorgimento nella Fotografia" de Lamberto Vitali editado por Einaudi en 1979 Tras la muerte de su esposa America en 1979, Vitali atravesó una crisis existencial reflejada en su poemario Oggi la luce (1980). Su siguiente volumen poético, Come sabbie, apareció en 1983. Al año siguiente se retiró de la actividad pública.
Murió en Milán el 2 de diciembre de 1992, a los noventa y seis años de edad.
Donó su colección de arte a la Pinacoteca de Brera, que le rindió homenaje en 2001 con una exposición. En 1998 esta institución también adquirió parte de su biblioteca. En 1995, sus colecciones fotográficas (1848–1943) y de grabados fueron donadas a la Civica Raccolta delle Stampe A. Bertarelli de Milán, que luego pasaron al Archivo Fotográfico Cívico, donde también se conservan sus fotografías. En 2002 el Castillo Sforzesco de Milán le dedicó la muestra Obiettivo sull’800. En 2008, la Biblioteca Marucelliana de Florencia expuso el Fondo fotográfico Vitali, adquirido en 2003. En 2019, la exposición El retorno del ’900 a Brera permitió contemplar las obras maestras del arte moderno donadas por Vitali y los Jesi al Palazzo Citterio.
Una figura de su importancia no podía dejar dejar de tener su vinculación con Toledo, confirmando por enésima vez el magnetismo que la vieja ciudad castellana ha ejercido y ejercerá siempre sobre las personalidades más sensibles e inquietas que habitan este mundo. De este modo, corría el mes de mayo de 1958 cuando Toledo recibió la visita de Lamberto Vitali, que contaba por entonces con 61 años y se hallaba en una de las fases intelectuales más activas de su extensa carrera. En nuestra ciudad obtuvo interesantes fotografías entre las que yo destacaría las obtenidas en Zocodover durante la celebración de un mercadillo del Martes. Desde un discreto lugar oculto entre los puestos, Vitali logró capturar momentos de conversación de los vendedores y aspectos de las mercancías.
Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano El italiano se acercó también al Hospital Tavera, donde obtuvo estas soberbias instantáneas de las alumnas del colegio allí establecido:
Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Hospital Tavera en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano La Puerta del Sol llamó la atención de Vitali:
Puerta del Sol en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Justo al lado, Vitali dirigió su cámara a la Antequeruela y Santiago del Arrabal:
Barrio de la Antequeruela y Puerta de Bisagra en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Santiago del Arrabal y puerta de Bisagra en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Cerca de allí, Vitali capturó la visión de la vega del Tajo desde la "bola del Miradero":
Vega del Tajo y zona de Safont desde las inmediaciones de la bola del Miradero en  Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano El puente de San Martín y el baño de la Cava aparecen así de bellos:
Puente de San Martín y San Juan de los Reyes en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Puente de San Martín en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Baño de la Cava en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Desde el puente de San Martín, el italiano inmortalizó los restos de los molinos de Santa Ana, siendo reseñable y curioso destacar que el azud (tan célebre en nuestros días por su rotura) por aquel entonces no existía tras haber quedado destruido por una crecida en los años anteriores. No fue reparado hasta 1962.
Restos de los molinos de Santa Ana en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Como judío que era, Lamberto Vitali no podía dejar de adentrarse en el interior de las dos sinagogas más célebres de Toledo, la del Tránsito y la de Santa María la Blanca. A buen seguro, su sufrimiento por las persecuciones y privaciones sufridas durante la etapa de la dictadura de Mussolini debidas a su religión, aflorarían en el recuerdo de Vitali durante la visita a estos soberbios edificios:
Sinagoga del Tránsito en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Sinagoga del Tránsito en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Como experto en arte que era, Vitali sintió la poderosa llamada de la obra del Greco, visitando la iglesia de Santo Tomé para admirar el Entierro del Señor de Orgaz.
Entierro del Señor de Orgaz del Greco en la iglesia de Santo Tomé de Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Entierro del Señor de Orgaz del Greco en la iglesia de Santo Tomé en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Lamberto Vitali tuvo acceso —o se coló— a un estudio fotográfico en el que un niño vestido de comunión (hay que recalcar que transcurría el mes de mayo) era retratado para fijar ese momento para siempre y entregarlo a sus seres queridos en el típico recordatorio:
Niño vestido de almirante para su comunión en Toledo en mayo de 1958. Fotografía de Lamberto Vitali © Civico Archivio Fotografico, Milano Y hasta aquí llega el repaso a las fotografías obtenidas por Lamberto Vitali en Toledo en 1958, que creo que —coincidiréis conmigo— vuelven a recordarnos la dimensión universal de Toledo como polo de atracción para los más grandes fotógrafos y estudiosos de la historia, para orgullo de quienes amamos este arte en nuestra ciudad. Espero que os haya gustado.
Portada del libro "Lamberto Vitali e la fotografia. Collezionismo, studi e ricerche".
© TOLEDO OLVIDADO
Maira Gall